Clavó sus ojos en el adolescente
que descansaba sobre la silla con los pies estirados y apoyados sobre el
mostrador. No tenía pinta de chico de pueblo con esas Vans desgastadas, sus
bermudas azules y una camiseta que también parecía de marca sobre la que
descansaba un móvil de última generación. Sabrina no tenía ni idea de cómo
despertarle, había tenido dieciséis años como para saber que los adolescentes
pueden despertarse de muy mala hostia si no lo haces bien. Dedujo que si estaba
trabajando no tendría que estar durmiendo, así que hizo como que cerraba la
puerta, esta vez más fuerte provocando que el chaval se sobresaltara y se
sentara bien fingiendo que no había pasado nada.
Sonrió de lado al ver a Sabrina
junto a la entrada con esos shorts que le hacían unas piernas larguísimas y un
escote que estaba donde no debía dado que cuando ella estaba nerviosa tiraba
del dobladillo de la camiseta, haciendo que ésta descendiera.
Cuando ella se dio cuenta de lo
que aquel joven hormonado estaba mirando, tiró de sus tirantes hacia atrás y se
acercó al mostrador con desconfianza cruzando los brazos sobre su pecho.
- Perdona... Me ha dicho tu madre
que quedaba una habitación libre. -Expuso Sabrina con tranquilidad.
- Sí, ¿y?
- ¿Cómo que y? Que si me das presupuesto o algo que quiero alojarme aquí por
esta noche.
El chico se sorprendió con su
respuesta, había sido muy amable al principio como para soltar aquello, pero lo
entendía porque él tampoco había utilizado sus mejores palabras.
- Disculpa, estoy cansado y no...
Bueno que... -El chico rascó su nuca y volvió a mirar a Sabrina a los ojos.- No
estoy acostumbrado a disculparme, pero ya sabes lo que quería decir.
La morena levantó una ceja
incrédula con lo que le acababa de decir. Vale que el chaval no se disculpara
muy a menudo, pero ¿de verdad pensaba que aquello se podía considerar como tal?
- Te daré la llave, sígueme.
Pasó por detrás de Sabrina
adelantándola para guiarle por los pasillos. Y aunque la diferencia de edad era
obvia, él era más alto que ella.
Llegaron a una puerta de madera
que él abrió con la llave que más tarde le entregó a Sabrina y le dedicó una
sonrisa.
- Me llamo Aitor, si necesitas
algo ya sabes dónde estoy.
Sabrina entró al cuarto dejándole
a él a sus espaldas.
- Lo tendré en cuenta, pero si
estás dormido igual no me sirves de mucho.
En el rostro de Aitor apareció
una sonrisa pícara y Sabrina se pegó mentalmente por lo que había dicho.
- Por ti me quedo despierto toda
la noche. -Contestó él en un vago intento por poner voz ronca.
- Anda, tira, por el amor de Dios
si ni siquiera serás mayor de edad.
- Oh, si es por eso podemos
ignorarlo.
- Mira... Aitor, déjame dormida
que estoy muy cansada como para mandarte a la mierda, así que hazme el favor y
vete antes de que meta otra vez la pata.
- Yo si quieres puedo meter otra
cosa.
Cuando Sabrina vio las
intenciones que tenía al empezar esa frase le cerró la puerta en las narices
antes de terminarla.
- Esto ya es el colmo. -Susurró
antes de caer rendida sobre aquel colchón que en un día normal podría parecerle
más duro que una piedra pero que aquel día lo recibió con los brazos abiertos y
los ojos cerrados.
Las sábanas se le habían pegado a
la piel, le costó mil demonios levantarse de aquella cama que le había
destrozado la espalda. Seguramente habría dormido mejor en su coche, pero ya no
tenía remedio.
Caminó hasta el baño de la
habitación y se dio una ducha con agua fría utilizando el jabón que encontró
por allí. Al salir se quitó el exceso de agua de su cabello con una toalla y se
vistió con la ropa que había cogido el día anterior de la maleta. Sabía que
había un bar cerca así que fue para desayunar, lo que no se esperaba es que
Aitor fuera el camarero.
- Buenos días, preciosa. -Le
sonrió todavía más despeinado que la noche anterior.
- ¿Es que tú y tu familia
monopolizáis todos los negocios de este pueblo?
Se acomodó sobre un taburete y
apoyó sus brazos en la barra.
- Hay que ver que buen despertar
tienes, ¿eh? Y respondiendo a tu pregunta... Se podría decir que sí, no hay
mucha gente viviendo aquí todo el año como para hacerse cargo de algo como
esto.
- ¿Vives aquí durante todo el
año? -Preguntó Sabrina sorprendida. Aitor afirmó con la cabeza.- ¿Y dónde
estudias? Lo digo porque no he visto ningún instituto ni nada.
- ¿Te estás interesando por mí?
Bueno, soy muy joven para ti, lo nuestro sería un amor imposible a no ser... Si
vivieras aquí seríamos felices, tengo tierras y ganado, ¿sabes?
- No me extraña. -Contestó ella
en un susurro.- Anda, don Juan, ponme un café.
- Lo siento, se nos ha roto la
cafetera y no traen una nueva hasta la semana que viene, pero si quieres puedes
esperar. -Le fulminó con la mirada y él levantó las palmas de sus manos.- Está
bien, fiera. Tenemos chocolate caliente si quieres.
- No. ¿Tienes batido de
chocolate? Si es frío mejor.
- Claro.
Aitor se giró sobre si mismo
mientras colocaba el trapo que anteriormente sujetaba con la mano sobre su
hombro derecho, abrió la cámara y sacó lo que Sabrina le había pedido. Colocó
un vaso frente a la chica y vertió la bebida mientras sonreía concentrado.
- Estudio en el pueblo de al
lado, allí sí que hay instituto. Y gente con menos de cuarenta años. Es muy
frustrante no tener a nadie de tu edad con quien hablar, ¿sabes? Lo bueno es
que aquí aprendo muchas cosas porque todos me tratan como su aprendiz y tengo
conocimientos varios de carpintería, mecánica, albañilería y te sorprendería lo
bueno que soy en la cocina.
- Vaya, eres todo un partidazo.
¿Y no hay ninguna chica a la que le guste todo eso?
- No sé, dímelo tú. -Aitor apoyó
sus codos sobre la barra y la barbilla en sus manos mirando fijamente a
Sabrina.
- Déjalo ya, me voy a ir en unas
horas y de todas formas eres un crío, con muchas habilidades pero un crío. ¿No
tienes novia?
- No creo en la necesidad de
tener una, es decir, yo no quiero compartir mi valioso tiempo con alguien que
no merezca la pena y hasta el momento no ha aparecido esa persona por la que
piense "wow, haría todo por ella".
Sabrina sonrió dándole la razón,
ella pensaba igual.
- Tienes mucha razón. Bueno,
Aitor, yo me voy ya que se me van a acabar las vacaciones y no voy a llegar a
ver la playa. Me ha gustado hablar contigo.
El moreno puso cara de confusión
y miró con cautela a la chica que en esos momentos estaba acercándose por
encima de la barra, pero sonrió cuando ella depositó un beso en su mejilla.
- Mis labios están más hacia la
izquierda.
Sabrina soltó una carcajada y se
alejó hacia la puerta del local.
- Adiós, Aitor.
- Eh, pero espera que no me has
dado tu número. -Y a pesar de que lo dijo todo lo rápido que pudo, Sabrina y
había salido del bar.
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